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lunes, 15 de octubre de 2012

Cuentacuentos de libros sin texto: Oink, de Arthur Geisert




Ayer les leí a los niños de la biblioteca donde trabajo el libro Oink del norteamericano Arthur Geisert, para la hora del cuento y fue un total éxito.


Les dije al grupo de seis chicos y chicas, entre los cuatro y los seis años, que ese cuento me lo tenían que contar ellos porque no tenía letras y yo no me sabía la historia. Esta breve introducción los invitó a entrar en el juego, a hacerse parte de la historia como creadores, lo que les ayudó a desinhibirse y echar a volar su capacidad de imaginación que, sabemos, puede ser ilimitada si les damos las herramientas.

Este es un libro de imágenes donde el único texto escrito que aparece es la palabra OINK, siempre con la misma tipografía, pero de distintos tamaños, para dar connotación a lo que "dicen" los cerditos protagonistas. Este es un detalle que no había notado lo inteligente que era, teniendo en cuenta que sin importar que los niños sepan o no leer, aprenden a reconocer la imagen de la palabra cuando se les explica ese detalle y logran descifrarla cada vez que aparece en el cuento, pequeña, grande o larga.



Así, los niños van contando la historia de los cerditos, que a primera vista puede parecer muy simple, pero que, con las interpretaciones libres de los chicos, puede tomar ribetes peculiares e irrepetibles, porque ellos incorporan parte de su propia realidad en ella. Es decir, termina siendo una historia en la que ellos pueden reflejarse absolutamente.

Les cuento esta experiencia para que hagan la prueba. Otros libros con los que he trabajado este tipo de lectura han sido Un día de pesca de de Béatrice Rodriguez -secuela de Ladrón de gallinas- y La sorpresa de Sylvia van Ommen.


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